29 marzo 2012

Sentimientos fuera...


Porque expresar las emociones y nombrar los sentimientos es la base para tener una vida en libertad


El ser humano es criado desde muy temprana edad para no expresar sus sentimientos, sobre todo aquellos que se producen debido a la frustración, la incomodidad, o incluso el placer.
Está demostrado que el resultado de vivir con los sentimientos bajo llave incrementa los problemas físicos y emocionales que enfrenta toda persona adulta a lo largo de su vida. Es un pez que se muerde la cola. Cada persona, cada cultura, e incluso hombres y mujeres expresan de forma diferente aquello que sienten, y esto es normal. Sin embargo, cuánto más tapamos nuestros sentimientos, menos libertad tenemos. 


Los niños desde muy pequeños reciben el mensaje de que mostrar ciertos sentimientos es muy bueno, pero que mostrar otros es malo. Es algo que te enseñan, que lo llevas en las células, que lo llevas en tu mente. De hecho mostrarse demasiado expresivo o incluso alterado llega a ser de mala "educación". 

Nos hemos criado pensando que hay que ser ante todo "educados", "formales", no mostrar más allá de aquello que pueda incomodar al de al lado, basando las relaciones en intercambios de palabras pero no de emociones. De hecho a las mujeres se les ha concedido el "permiso" de mostrarlos de una forma un poco más espontánea...por aquello de que "los hombres no lloran"..."los hombres son más fuertes", ....

El otro día leía una noticia que decía que la mayoría de los indigentes eran hombres, y que también la mayoría de los suicidos. Es un poco drástico. Indagando un poco pude leer que a los hombres se les educa  como el "sexo fuerte", por lo que expresar ciertos sentimientos de derrota, angustia o incluso miedo no están bien vistos. Muchos hombres (y muchas mujeres) tienden a guardarse bien adentro sus angustias por lo que cuando ya el límite sobrepasa la barrera, y no encuentran apoyo emocional (o no lo buscan por el mismo miedo a mostrarse débiles), explotan como una caja de pandora y las consecuencias son nefastas.

Creo que es muy importante mantener relaciones sanas con nuestros seres queridos, amigos y conocidos, mostrándonos tal y como somos. A eso se le llama libertad. La educación de reprimir los sentimientos se basa en la llamada "dictadura". Cuando un dictador desea tener un pueblo sometido, le dice que es lo que tienen que hacer, el pueblo calla y hace, y más vale que no se manifieste y exprese su punto de vista ni lo que piensa ni lo que desea, porque el castigo cae seguro.

Os recomiendo un libro llamado: "Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y como escuchar para que sus hijos le hablen" de Adele Faber y Elaine Mazlish. 

En éste encontré una forma de entender que muchas veces es difícil darle "un nombre" a aquello que sentimos, porque simplemente NUNCA lo hemos puesto en práctica. "Eso parece muy frustrante".... "veo que estás enfadada"...."te veo triste"..recibiendo un consuelo sano y que además ayuda a que la persona aprenda a liberarse de aquello que le oprime mencionándolo, sacando el sentimiento fuera.

Otra cosa que aprendí en este libro es que en lugar de aconsejar a los hijos o incluso a los adultos, es más fácil marcarles el camino para que ellos mismos reconozcan lo que sienten...con aquello de: "aja"... "te entiendo",..."claro".....y dejar que hablen, que digan, que expresen, saber escuchar, que a veces nos cuenta tanto.

En lugar de preguntarle cuando llora: Que te pasa?....decir... "veo que algo te apena"... 

Dar información: en lugar de: "como vuelvas a pintar la pared...." "en la pared No se pinta"..... mejor: "veo que te gusta pintar en la pared, cuando quieras pintar me dices y pegamos un folio en ella, recuerda que se pinta en el papel"...por ejemplo.

La típica frase cuando un niño se cae: "no pasa nada"... "que no duele, que eso no es nada"... en lugar de: "veo que te has hecho daño", "ha debido dolerte"....

Mostrar los sentimientos es bueno, siempre desde el punto de vista del respeto. Está claro que los niños están aprendiendo a comunicarse y muchas veces no tienen las herramientas necesarias como los adultos para hacerlo, y muchos al frustrarse acaban tirándose en el suelo, gritando, o  llorando en desmedida...pero allí tenemos que estar para acompañarles con paciencia, para nombrarles una y otra vez ese posible sentimiento, y sobre todo para no reprimirlo.

Es importante hablar de los sentimientos y muchas veces exprimir el cerebro para buscar una solución mutua. Pareciese que un niño al mostrarse eufórico y no aprender a "controlar" sus frustraciones, será un adulto prepotente y maleducado que no sabe "estar en público". Nada más lejos de la verdad. Los adultos tenemos suficiente vocabulario y herramientas para hablar educadamente lo que sentimos, sin necesidad de gritar o incomodar a los demás. Generalmente cuando se llega a los gritos es porque no nos han comprendido, no nos han escuchado, no hemos podido naturalmente sacar fuera aquello que nos oprime, no ha habido una comunicación real de aquello que se siente. 

Pero por qué nos cuesta tanto?

Si desde pequeños manejamos nuestros sentimientos de forma espontánea, seremos adultos capaces de entablar relaciones sanas, con comunicación y sobre todo con sinceridad. Nada más triste que una familia que se basa en la apariencia, aquellas en las que parece que todos son muy felices, y que por dentro todo quema, todo se guarda. Nada más triste que una persona al llegar adulta no sea capaz de expresar a su jefe que se siente explotado o mal pagado o poco valorado, nada más triste que un adulto que no sabe decir NO a un amigo cuando éste abusa de él, nada más triste que un adulto que no le dice a su pareja como se siente en un momento determinado, basando la relación en una comunicación vacía sin sentimientos, incluso llegando éstas a estropearse.

Cuando enseñamos a nuestros hijos los sentimientos y éstos aprenden a reconocerlos, se vuelven personas más empáticas. Reconocen que su amiguito, que su hermano, que su madre, está triste, o está enfadada, o está contento, o está cansado.... y saben que si se comportan de una forma u otra existirán consecuencias sobre lo que sienten los demás.

Para comenzar a entender a los demás y comprender lo que sienten, debemos comenzar por nosotros mismos.

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